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Cuando el pop respira: 'A Quiet Life', la metamorfosis eléctrica de Evalyn

Cuando el pop respira: 'A Quiet Life', la metamorfosis eléctrica de Evalyn

Hay discos que se escuchan y hay discos que se sienten en la piel. 'A Quiet Life', el más reciente trabajo de Evalyn, pertenece a la segunda especie. Después de una década destilando tormentas personales en himnos electrónicos, la artista de Los Ángeles —esa voz que un día incendió el mundo en 'Fire' junto a Louis the Child— regresa con una colección de 13 temas que suenan como un corazón en estado de cambio permanente.
Evalyn no llega aquí por accidente; su obra de pop psicodélico de 2018 'Salvation' ya había dejado claro que bajo el barniz brillante del pop habitaba una compositora dispuesta a rascarse las cicatrices.
Evalyn no llega aquí por accidente; su obra de pop psicodélico de 2018 'Salvation' ya había dejado claro que bajo el barniz brillante del pop habitaba una compositora dispuesta a rascarse las cicatrices. El reestreno en vinilo de 2024, acompañado de material inédito, fue una prueba de que su música no envejece: se transforma.
Pero 'A Quiet Life' es otra liga. Inspirada en las disonancias de Aphex Twin, ARCA y Grimes, Evalyn escribió y grabó gran parte del álbum durante su primer embarazo. Cada track es un latido: hay náuseas y vértigo, sí, pero también hay éxtasis, entrega y el silencioso asombro de crear vida mientras el mundo arde afuera. Con la complicidad de algunos de los productores más audaces de Los Ángeles, construyó un paisaje sonoro que abraza tanto la pista de baile como el desvelo introspectivo.
No es solo en estudio donde Evalyn despliega su magia; quienes la han visto en Coachella, SXSW o en el Teatro Griego saben que su voz puede transformar una multitud en una confesión colectiva. Colaboraciones con Dillon Francis, RAC o San Holo han demostrado su habilidad para colar humanidad en medio de la electrónica más cerebral.
En 'A Quiet Life', Evalyn no da respuestas ni moralejas fáciles. En su lugar, ofrece permiso para sentirlo todo: para derrumbarse, reconstruirse y bailar sobre los escombros. Es pop, sí, pero también es un recordatorio de que la vulnerabilidad puede ser revolucionaria, el tipo de ruido capaz de sacudir y consolar al mismo tiempo.