Aisha Badru vuelve con su nuevo EP, Learning To Love Again, en el que la artista indie folk explora la intersección entre los enredos románticos y el autocuidado en su propuesta musical más dinámica hasta la fecha. La evidencia está en la canción Move, una meditación en forma de himno que despierta en una pista de baile, y que llega con un video musical.

"Todo tiene un propósito", dice Badru, la cantautora nigeriana-estadounidense, a veces terrenal, a veces etérea. "Estaba destinada a estar aquí, haciendo esto. Y forma parte de mi propósito experimentar ciertos niveles de trauma que son muy universales, pasar por todos los procesos de curación y, de alguna manera, juntarlos para poder ayudar a guiar a otra persona".

Learning to Love Again es tan dinámico musicalmente en parte porque Badru recurrió intencionadamente a distintos productores para cada tema. "Con Move tuve la idea de que quería hacer un tema dance, y canté la letra y la melodía en un Voice Memo probablemente en 20 minutos", dice. "Sabía exactamente con qué productor de dance electrónico quería trabajar. Es una productora asiática-estadounidense llamada Yuan Chang". En Lazy River despliega su voz, a menudo susurrante, con un efecto arrollador, con la ayuda del productor Gordon Allen; en la canción Inside trabajó con su productor de toda la vida, Chris Hutchinson; y en la sensual Path of Least Resistance y la reflexión acústica de ritmo lento Moving On trabajó con el productor Synematik, ganador de un Grammy.

Desde su álbum de debut, Pendulum, una reflexión melancólica sobre los altibajos de la vida, hasta su último lanzamiento, The Way Back Home, una visión optimista del futuro, Badru encontró su voz en el momento en que decidió hacer música, pero con Learning to Love Again, ahora hay un impulso palpable para amplificarla.