Con 'Monsieur Aznavour', los directores Mehdi Idir y Grand Corps Malade nos entregan algo más que una biopic: una oda sincera al poder de la persistencia, la música y la identidad. Lejos de un relato complaciente, la película reconstruye —con ritmo poético y sin sentimentalismos forzados— la historia de Charles Aznavour, hijo de inmigrantes armenios, cuya voz marcó generaciones, a pesar (o precisamente por) no encajar en los moldes de su época.

El filme nos transporta al París de la posguerra, donde un joven Aznavour, interpretado con una sobriedad deslumbrante por Tahar Rahim ('Mauritanian', 'Madame Web'), se enfrenta a un destino escrito en márgenes: los de la pobreza, el exilio y la diferencia. Rahim —nominado al César a Mejor Actor por este papel— encarna con fuerza contenida esa mezcla de timidez y determinación que marcó al verdadero Charles. A su lado, Bastien Bouillon y Marie-Julie Baup completan un reparto entregado, siendo Baup especialmente notable en su interpretación de Édith Piaf, la voz rota que cambiaría para siempre la vida de Aznavour.

La cinta vibra al ritmo de un París nocturno y soñador, donde los escenarios pequeños se convierten en altares para los olvidados, y donde la música funciona como redención y resistencia. El guion no elude las dificultades: la discriminación, el rechazo inicial de la industria y los conflictos internos del artista emergen con crudeza. Sin embargo, la dirección opta por una mirada esperanzadora, apostando por la dignidad de los comienzos humildes y el valor de una vocación genuina.

'Monsieur Aznavour' no es solo una película para los amantes de la música francesa; es un relato profundamente humano sobre la búsqueda de la voz propia —una metáfora que resuena hoy más que nunca, en un mundo donde muchas voces siguen siendo silenciadas.

En tiempos de fugacidad y ruido, esta película nos recuerda que hay historias que merecen ser contadas con pausa y respeto. Y que hay canciones que, aunque terminen, siguen resonando para siempre.