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Anora, interpretada por Mikey Madison, es una joven trabajadora sexual de Nueva York cuya vida da un giro de 180 grados en una noche cualquiera. En el club donde trabaja, un chico, Iván (Mark Eydeshteyn), se enamora de ella. No es un cliente cualquiera, sino el hijo de un oligarca ruso que le promete lujos y comodidad. De repente, Ani —como la llaman— parece tener la oportunidad de vivir su propio cuento de hadas, una historia digna de Cenicienta.
El director Sean Baker reinterpreta en clave moderna la tradición de la screwball comedy, un subgénero de la comedia clásica de Hollywood.
Lo que comienza como un idilio de sexo, dinero y fiestas cambia abruptamente de rumbo. Cuando los padres de Iván, desde Rusia, descubren la identidad de su nueva esposa, su reacción es inmediata: no permitirán que su hijo permanezca casado con alguien ajeno a su mundo. A partir de ahí, la película se convierte en una montaña rusa de la que nadie parece querer —o poder— bajarse. El director Sean Baker reinterpreta en clave moderna la tradición de la screwball comedy, un subgénero de la comedia clásica de Hollywood que, en los años treinta y cuarenta, mezclaba ritmo frenético, diálogos afilados y situaciones absurdas.
Esa apuesta por el caos narrativo se hace evidente en la escena en la que el lujoso apartamento de Iván se transforma en un campo de batalla. Allí, la protagonista se enfrenta a los dos «solucionadores de problemas» enviados por la familia del joven para manejar la situación. Pero la película no se detiene: la acción se acelera en una odisea urbana que se extiende a lo largo de una noche frenética, en la que Ani, los dos matones y un sacerdote ortodoxo —supuestamente encargado de vigilar a Iván durante su estancia en Nueva York— recorren bares, restaurantes y clubes de la Gran Manzana, en una sucesión de enredos delirantes.

Baker orquesta el caos y el frenesí con una precisión asombrosa en sí misma, y las dos secuencias mencionadas son ejemplos de esa destreza. No solo están coreografiadas con un ritmo impecable, sino que cada decisión de cámara y montaje refuerza la sensación de urgencia y descontrol. Orquestar el caos en un rodaje es un reto enorme, y aquí está ejecutado con maestría tanto por el director como por su reparto.
Con Anora, Sean Baker llega al gran público. Hasta ahora, había sido una de las figuras más brillantes del cine independiente estadounidense, pero esta película supone la culminación de los temas que han dominado su obra durante años. Es un cineasta difícil de clasificar, que transita la delgada línea entre la independencia y la gran industria.
Premios de la Academia
Anora ha arrasado en esta temporada de premios, llevándose la Palma de Oro en Cannes, el BAFTA a la Mejor Actriz y, más recientemente, seis premios Oscar en la 97ª edición. Es innegable que estamos ante una película muy bien hecha y perfectamente orquestada, con un director que demuestra su talento en producciones de gran envergadura. Sin embargo, quizá su éxito en los Oscar haya sido excesivo si consideramos la cantidad de otras películas que también merecían reconocimiento. Además, aunque el retrato de la realidad moderna está presente, no alcanza la profundidad, la crudeza ni el impacto de otros trabajos de Baker, que en el pasado han sido mucho más incisivos y han invitado a una reflexión más honda, como The Florida Project (2017), donde la fragilidad de los personajes era palpable.
Sin embargo, en su último plano, Baker nos devuelve abruptamente a la realidad y a la esencia de sus anteriores películas. Ani, agotada tras haberlo dado todo, rompe a llorar. Por fin, deja aflorar sus sentimientos. La lucha ha terminado y, con ella, la ilusión de haber escapado de su destino. En ese momento entendemos —y ella también— que los sistemas de poder son implacables, que para ella y para muchas como ella no hay un futuro mejor. Porque los cuentos de hadas existen solo en las películas. Y esta, definitivamente, no era una de ellas.
(*) Noemí Lanzani es Diplomada en Bellas Artes por el Liceo Artístico di Brera (Milán) y Licenciada en Cinematografía por la Escuela de cine Bande à Part (Barcelona). En la actualidad cursa el Grado en Ciencias de la Cultura y Difusión Cultural.