Manga, Arcades y Karaokes, y cómo la cultura pop japonesa reinventó el mundo
Manga, Arcades y Karaokes, y cómo la cultura pop japonesa reinventó el mundo
¿Qué habría sido de nuestra juventud sin el Walkman, los Pokémon, Pac-Man y el anime? ¿Qué sería de nuestros mensajes de texto sin emojis? ¿Y de las celebraciones con amigos sin karaoke? Son innovaciones que no solo nos han ayudado a disfrutar más del tiempo, sino que han configurado un universo propio que ha definido para siempre la industria del entretenimiento.
Matt Alt, escritor y cofundador de AltJapan, una empresa especializada en la producción de versiones en inglés de videojuegos, cómics y otros productos de entretenimiento japoneses, se ha propuesto revelar en este libro la historia detrás de las principales creaciones niponas que han conquistado el planeta. Artísticamente empaquetadas, peligrosamente tiernas y tremendamente divertidas, exportaciones como Hello Kitty, Nintendo o Dragon Ball no se limitaron a entretener a varias generaciones de niños y adolescentes, sino que han transformado de manera profunda nuestra forma de vivir.
Escrito de manera divertida, Matt Alt nos introduce en este mundo a través de una investigación muy informada para contar cómo la cultura japonesa del entretenimiento ha llegado a formar parte de nuestras vidas. "A finales del siglo XIX, justo en el umbral del XX, una nueva moda se extendió por el mundo occidental: el 'japonismo'. Japón apenas había vuelto a abrir sus puertos algunas décadas atrás. Los creadores de tendencias en Inglaterra, Francia y Estados Unidos se abalanzaron sobre su arte y literatura, porque proyectaban los valores nacionales que, creían, sus propias sociedades habían abandonado en la búsqueda de los progresos industriales".
Sin embargo, toda esta novedosa admiración por la cultura japonesa se vio empañada con el desastre que significó la Segunda Guerra Mundial y el advenimiento de Japón como país enemigo de occidente. "Ciertamente, los primeros productos nipones que llegaron al mercado global después de la Segunda Guerra Mundial inspiraron burlas en vez de admiración. La etiqueta 'Hecho en Japón' se convirtió en el remate de un chiste, en sinónimo de basura barata proveniente de un ridículo país derrotado: blusas de un dólar, juguetes de hojalata hechos de latas recicladas, la endeble sombrillita de papel en tu trago tropical".
No obstante, las cosas comenzarían a cambiar, cuenta Alt en su libro. "En el invierno de 1957, solo tres años después del pronunciamiento de Dulles, cierto radio de transistores 'de bolsillo' o portátil aplastó a la competencia para convertirse en el artículo navideño que todos debían tener. El colorido TR-63 fue el primer producto que portaba el logo de Sony, un nombre elegido por su sonido culturalmente ambiguo".
Es así como "un goteo constante de novedades en la década de 1960 se convirtió en una marejada de electrónicos de alta calidad y automóviles a finales de los setenta y principios de los ochenta. De pronto, parecía que el chiste se hacía a costa de los productos occidentales. Mientras intrusos como Toyota y Honda derrotaban a Ford, Chevy y otras queridas marcas de Estados Unidos", explica Matt.
Junto con las importaciones de automóviles, electrodomésticos y artículos electrónicos, aparatos esenciales que nuestros padres boomers a menudo compraban, señala Matt Alt, "también llegó un influjo de cosas no esenciales que debíamos tener. Muchas no se correspondían con nada que conociéramos en la cultura occidental: gadgets irresistibles como el Walkman y la máquina de karaoke. Una linda gatita cuyo nombre parecía ser Hello y que aparecía en una cantidad interminable de productos adaptados para los útiles escolares de las niñas". Es así como la influencia ya estaba entre nosotros. La cultura nipona ya era parte de nuestra cultura.