ER
La conmemoración del 8M, antes conocido como Día de la mujer trabajadora, este año tuvo un significado diferente, no sólo por su elevada participación -más de un millón sólo en Santiago-, sino que a ese gran número de mujeres se sumó un atuendo que hizo la diferencia con celebraciones anteriores, la capucha. Un elemento que se asocia a la rebeldía y a la desobediencia, y eso fue lo que vi en esta nueva celebración, a cientos y miles de mujeres desafiantes, rebeldes, poderosas y orgullosas.
Y es así como me sentí, copada de orgullo y emoción, sabiendo y sintiendo que la esperanza ya no se tranza, que somos mujeres fuertes. Que cada una de nosotras, con sus capuchas, con sus cantos, coreando al unísono letras cargadas de rabia, con nuestro destape, nuestra soberbia, con nuestra pena, estamos unidas, más fuertes que nunca, más valientes que nunca, gritando lo más alto que se puede para que nos escuchen, que lo que queremos es igualdad, que lo que queremos es caminar y vivir sin miedo. Y sé que será así, porque, como leí en un cartel, "somos una manada y ya nunca más nos podrán intimidar".
Y no sólo lo sentí, lo estoy reconociendo, a través de mi hija de 19 años, que me hace entender que esta lucha no tiene vuelta atrás, porque si no es con todo para qué. Por eso bailamos, nos desnudamos, cantamos, peleamos, nos enojamos y enrabiamos, pero todas de la mano unidas con un mismo sentimiento ¡¡¡Nunca más sin nosotras!!!
(*) Odette Ribot es una Fotógrafa Profesional chilena radicada en Lisboa, Portugal.